¿Podemos vivir sin estrategia? Eficiencia operativa: condición necesaria

A veces se suele confundir la estrategia con la eficiencia operativa. Se piensa que la reingeniería de procesos, los sistemas de calidad, la implantación de un sistema de costes por actividades o el benchmarking serán las soluciones a todos nuestros males. Si bien es cierto que la implantación de mejoras operativas, a través de herramientas de gestión, puede ocasionar resultados espectaculares, difícilmente se traducirán en rendimientos sostenibles.

Debemos estar convencidos de que sólo será posible superar a nuestros rivales si somos capaces de establecer diferencias que podamos conservar (crear ventajas competitivas). La eficiencia operativa significa realizar actividades similares mejor que los rivales, mientras que crear ventajas competitivas significa realizar actividades diferentes de las de los rivales o actividades similares de manera diferente, de manera sostenible y con un aporte de valor claro y percibido por los clientes.

Por tanto, la estrategia no es un plan para mejorar o igualar la eficiencia de las actividades que todas las empresas de un sector llevan a cabo, eso se da por supuesto. En este sentido, decimos que la eficiencia operativa es una condición necesaria, pero la estrategia, bien implantada, es la condición suficiente.

Ya hemos comentado que cualquier estrategia implica la elección de una imagen de futuro para la empresa. Por ello, la definición de los fines y objetivos a lograr en la interacción entre la empresa y su entorno es un componente básico de toda estrategia, aunque no suficiente.

Seguir una estrategia supondrá concretar los modos de alcanzar el futuro deseado. Para ello, será necesario desarrollar un marco claro y preciso para coordinar e integrar las diferentes actividades y que dé coherencia al conjunto de decisiones que se toman en todos los niveles de la organización.

Disponer de este marco de referencia permite valorar el efecto de cualquier circunstancia (externa o interna) sobre el plan inicialmente previsto. Permitirá analizar la conveniencia o no de modificar los objetivos fijados o los cursos de acción emprendidos.

En definitiva, disponer de estrategia ayuda a tener un norte claro a largo plazo, para poder navegar en el entorno que nos rodea y no estar a merced de turbulentos vientos.

Además, permite poner énfasis en lo realmente importante, desarrollando las capacidades y recursos necesarios para el futuro. Al establecer este marco de acción, estamos dando coherencia a las decisiones y acciones de las diferentes áreas funcionales. Esto permite asignar responsabilidades eficazmente y alinear el comportamiento de las personas con la estrategia. Y, por último, sirve como punto de referencia que facilita detectar y corregir las posibles desviaciones.

Una adecuada estrategia potenciará las fortalezas de la compañía. Es una forma de estar alerta y es un antídoto tanto a la excesiva auto confianza como a la complacencia directiva.

La Alta Dirección tiene entre sus principales tareas la de armonizar las capacidades de la empresa con las oportunidades y riesgos originados por cambios en el entorno. Limitarse a imitar las estrategias de los competidores que han tenido éxito o perpetuar las estrategias que le llevaron al éxito en el pasado no es, por sí mismo, una garantía de éxito. Una estrategia eficaz debe ser un traje hecho a medida y ha de ser un reflejo de los elementos que constituyen la empresa y el entorno de los sectores en los que desea operar.

La Alta Dirección debe saber convertir la estrategia en acción. Sus decisiones diarias deben ser expresión de la estrategia de la empresa, de su sentido de unidad, rumbo y metas.

En vez de considerar la estrategia como un simple “modo de pensar”, recomendamos que se contemple como una “forma de hacer“. Y esto último sólo será posible si, en toda la organización, existe una mentalidad estratégica que oriente los esfuerzos diarios, transformando la estrategia en acciones infalibles.

Para que dicha mentalidad sea eficaz es necesario crear principios, políticas, reglas y procedimientos que orienten el quehacer diario. 

 

La esencia de la estrategia es decidir lo que hay que hacer y, también, lo que no hay que hacer.

Liderar una organización es dirigir su estrategia, no basta con saber gestionar los recursos eficientemente. Debemos tener la capacidad de marcar el rumbo, definir los fines y los medios necesarios para alcanzarlo, de forma coherente e integradora para transmitirlos a toda la organización, como guía para su actuación diaria.

Una adecuada estrategia nos ayudará no sólo a tener una organización rentable, sino que, además, nos permitirá ser competitivos, es decir, ganar hoy y seguir ganando mañana.

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Patricia Lozano
Patricia

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